BUSCAD MI ROSTRO


NUESTRA SEÑORA DE LOS TREINTA Y TRES
Patrona de Uruguay

PRIMERA LECTURA
La mano del Señor me ha dado fuerzas

Lectura del libro de Judit 15,8-10

El sumo sacerdote Joaquím y los ancianos del pueblo de Israel que habitaban en Jerusalén vinieron para contemplar los beneficios con que Dios había colmado a Israel, y también para ver a Judit y saludarla. Al verla, todos a una, la elogiaron y le dijeron:

«¡Tú eres la gloria de Jerusalén,
tú el gran orgullo de Israel,
tú el insigne honor de nuestra raza!
Al realizar todo esto con tu propia mano,
has hecho un gran bien a Israel,
y Dios ha aprobado tu obra.
Que el Señor todopoderoso te bendiga para siempre».
Y todo el pueblo dijo: «¡Amén!»


Salmo responsorial
Tú eres el orgullo de nuestra raza

Judit 13, 18a-b.19-20

El Altísimo te ha bendecido, hija,
más que a todas las mujeres de la tierra.
Bendito el Señor, creador del cielo y tierra.

Que hoy ha glorificado tu nombre de tal modo,
Que tu alabanza estará siempre en la boca de todos
los que se acuerden de esta obra poderosa de Dios.


SEGUNDA LECTURA
Que se hagan oraciones por toda la humanidad a Dios, que quiere que todos los hombres se salven

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2, 1-8

Querido hermano:
Ruego, pues, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto.
Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Pues Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos.


EVANGELIO
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-45

En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».





ACERCA DE LAS COOKIES

Este sitio no almacena información personal sobre los usuarios que nos visitan y contiene las cookies habituales de la mayoría de las web.

ACERCA DE LAS COOKIES

Este sitio no almacena información personal sobre los usuarios que nos visitan y contiene las cookies habituales de la mayoría de las web.